miércoles, 4 de mayo de 2011

2. DESDE NUESTRAS VENTANAS.

Contemplar ahora desde nuestras ventanas las laderas calcinadas sobre las que se yerguen escuetos y renegridos troncos de árboles, nos llena de inquietud. Es cual si se cerniera sobre nosotros y el bosque una especie de espada de Damocles. Espada convertida ahora en ese viento propio de la estación de secas, del poniente, que se lleva las cenizas, despojando al suelo – aún más – de sustrato vivo y en la amenaza próxima de las lluvias – normalmente bienhechoras – que pueden gestar aluviones de lodo que arrastren todo laderas abajo, reduciéndolas a montículos desprovistos de toda esencia de flora y fauna, a meros eriales que en nada recuerden el arbolado Pinar de la Venta, espacio de vida en el que moramos. No podemos esperar cruzados de brazos; tenemos que actuar ayudando a la regeneración del suelo. Tenemos, asimismo, que extraer experiencia del evento.
Raquel Carrera y Emilio Vega.

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